ARTE: UNA MUJER Y TRS CULTURAS

Recordada artista plástica

Foto: Album La Memoria del Ojo. Pág. 223 / Fondo Editorial del Congreso del Perú. Mario Pozzi-Escort

Tilsa Tsuchiya Castillo, hija de un médico japonés por la rama paterna y de una descendiente de chino (que adoptó el apellido español) por la rama materna, es una de las más encumbradas artistas peruanas, en cuyos lienzos dejó marcada sensualidad y misticismo a través de personajes mitológicos y paisajes, cargados de sueños y asociados al surrealismo.
“Su vertiente pictórica es inclasificable, no existe nada parecido a Tilsa. Su pintura es reflejo de su personalidad, una sinceridad hacia ella misma, hacia sus intereses”, puntualizó el historiador y curador David Flores-Hora, en entrevista concedida al diario El Comercio, recordando que nació un 24 de septiembre de 1928, en Supe, provincia de Barranca, y falleció –paradojas de la vida- un 24 de septiembre de 1984, en Lima.
Según el periodista Manuel Contreras, del decano de la prensa nacional, Tilsa sintió inclinación por la pintura e ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes (1947), pero debido al fallecimiento primero de su padre y luego de su madre tuvo que interrumpir sus estudios, y se graduó recién en 1950, con un puntaje de calificación de 21, una cifra única en las aulas, obteniendo el Gran Premio de Honor y Medalla de Oro, en la denominada Promoción de Oro de Bellas Artes, teniendo como condiscípulos, entre otros, a los connotados Gerardo Chávez, Alberto Quintanilla, Milner Cajahuaringa, Enrique Galdós, Alfredo Gonzales y Oswaldo Sagástegui.
Tras graduarse viajó becada a Francia para estudiar grabado e historia del arte, y donde contrajo enlace con el francés Charles Mercier, con la que tuvo un hijo, y retornó a Lima cerca de fines de la década del ’60: “Su estadía le sirvió para hacer una exploración general de su vínculo con lo oriental y su vínculo con el Perú”, acota Flores-Hora.
A su regreso a Perú, hacia finales de los 60, recibe el premio Francisco Lazo, como parte de las celebraciones por el cincuentenario de la Escuela Nacional de Bellas Artes; en 1968 expuso una individual en el Instituto de Arte Contemporáneo y en 1970 recibió el Premio Teknoquímica, como una de las artistas más destacadas.
La obra de Tilsa ejerce abierta atracción, pues sus trazos y colores están dotados de seducción, mitos y sueños, asociándose al surrealismo. Prueba manifiesta de ello fue su exposición “Mitos”, en la galería Enrique Camino Brent (1976), donde exhibió “El Mito de la Laguna”, “El Mito del Guerrero Rojo” y “El Mito del Pájaro y las piedras”, inspirándose en leyendas sobre la coca, el bosque pétreo de Pasco y en el Cusco.
En entrevista concedida, en ese entonces, cuando le preguntaron si de su obra se desprende una filosofía de la vida y el arte, ella respondió: “Vivir jugando bellamente, honestamente, sin trampa”.
Esa definición resalta su sentir por cultivar siempre el arte, en forma inmaculada, y explica por qué siempre se interesó por la cultura en general, como su amistad con el poeta nikkei José Watanabe Vargas y el artista Lorenzo Osores –que laboró periodísticamente varios años en China- y con Arturo Corcuera, a quien ilustró su poemario “Noé delirante”.
Tilsa Tshuchiya Castillo representa una vida dedicada al arte en el sentido más puro y que la eternizan como una creadora sin par; en este tiempo en que se conmemoran los 172 y 122 años de la presencia china y japonesa, respectivamente, en el Perú, ella es un ejemplo de que la cultura no tiene fronteras.

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